La Ayahuasca es una planta medicinal, el eje de la medicina ancestral amazónica y también es mucho más que eso, es una planta sagrada, una planta maestra que nos enseña con amor. Además de ser un excelente depurativo y un regenerador celular reconocido a nivel científico, la Ayahuasca es considerada medicina sagrada porque nos ayuda a hacer limpieza también a nivel emotivo, mental y espiritual, facilitando estados de meditación profunda y de conexión con el universo que nos rodea y compone amplificando nuestros sentidos y sensaciones.
Se dice que la misma planta “te llama”. Una serie de supuestas casualidades hacen que uno este algún día frente a un altar con su primera copa de Ayahuasca en las manos. Yo llegué a ese momento en 2012 y entré en una dimensión tan familiar que me sentí verdaderamente en casa por primera vez en mi vida. Por varios meses participé puntualmente a varios rituales y poco a poco la misma planta empezó a darme indicaciones para que apoyaras al Taita que dirigía los rituales en su tarea. De allí empezó mi verdadero aprendizaje que me ha llevado al día de hoy a seguir aprendiendo de mi misma, de las plantas maestra y de todas aquellas personas que llenan mi caminar con su sabiduría.
La Ayahuasca que preparo es una medicina amorosa, enseña con ternura, aunque a veces no se ahorra alguna buena regañada si es el caso, exactamente como haría cualquier buena maestra que necesita enseñarnos el sagrado arte de vivir. Mi acercamiento a la medicina ancestral es intercultural, me siento como un puente entre varias culturas, y a veces hasta dimensiones, pero no perteneciente a ninguna en particular. Los rituales de Ayahuasca son nocturnos para facilitar el proceso de interiorización, empiezan con un conversatorio y se desarrollan en un lugar posiblemente con naturaleza alrededor entre silencios y cantos hasta la madrugada. El proceso cierra con una armonización grupal y con el compartir de la experiencia con los demas, agradeciendo siempre todas las fuerzas de la naturaleza que nos acompañaron durante la ceremonia.
Mi vida ha dado un giro gigante e inesperado desde mi primer ritual. Siempre tuve curiosidad e interés por todo lo que nuestra imposibilidad de entendimiento llama “magia”. Desde chiquitita jugaba con encantamientos, pócimas, me perdía sola en los bosques de mi montaña a jugar con plantas e animalitos. Estudié antropología para entender como el hombre daba respuestas diferentes según su cultura a temas como la muerte, la enfermedad, la felicidad, el amor, la sanación etc. Nunca hubiera imaginado que iba a encontrar al otro lado del espejo, siendo yo misma parte de lo que era mi objeto de estudio en ese entonces. Además, creciendo uno se olvida de la magia, aunque la tenga adentro. La Ayahuasca me ayudó a verla otra vez y a sentirla más real de lo real, a usarla para sanar mis relaciones y fue una puerta hacia mi misma, hacia lo sagrado que me alberga. De allí se agudizaron mis sentidos y mi intuición y el camino se formó solo.
La Ayahuasca no es para todo el mundo. Hay muchos caminos para conocerse, muchas formas para sanarse. Quien sienta el llamado o el interés a participar a este tipo de ritual tiene que prepararse a recibir un espejo que le refleje sin mascaras. A veces ese espejo puede hablar claramente o hacerlo por símbolos, puede que nos trate bonito o que nos ponga bien a prueba. El ritual de Ayahuasca es una entrega, es muy importante entenderlo, es una fascinante entrega a lo desconocido. Hay muchas plantas de poder que brindan grandes sanaciones y entendimientos, pero la particularidad de la Ayahuasca, que la hace una maestra completa, a mi parecer, es su capacidad de estar limpiando nuestro cuerpo y enseñando a nuestra mente y nuestras emociones al mismo tiempo. Después del ritual entramos al mundo con ojos diferentes, más livianos físicamente y más sencilla vemos la supuesta realidad. La Ayahuasca ancestralmente se le llama Yagé, la Llave, porque nos permite abrir una puerta hacia nosotros mismos que somos otra puerta hacia el universo que nos rodea. Es como abrir una matrioshka, esas muñecas rusas que están una dentro de la otra: sabiendo más sobre nosotros podemos conectar más profundamente con nuestro entorno y con las fuerzas de la naturaleza. Las personas que toman Ayahuasca a veces tienen miedo de perder consciencia, pero en realidad es al revés, se adquiere más consciencia. Hay estudios sobre personas que consumen regularmente ayahuasca por elección (porque no tiene ningún efecto adictivo) y demuestran como su calidad de vida haya mejorado en muchísimos aspectos: relacional, de salud, emotivo, social, cognitivo, etc. Siendo una planta de poder, la única recomendación que hago a quien decida de empezar ese caminar, es de tomarla en un ritual dirigido por un Taita o una Maima que hayan tenido años de aprendizaje y conexión con la planta y posiblemente que ellos mismos cocinen la medicina que sirven. En todos estos años nunca conocí a alguien que se haya arrepentido de haber participado a un ritual de Ayahuasca, el encuentro con ella, el poder tomar el llamado “Vino de los Dioses”, es un regalo para la existencia.